Competitividad: ¿empezamos?

Enero 01, 2013
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La palabra “competitividad” no traiciona lo suficiente el compromiso de los políticos y funcionarios de Gobierno, pero la verdad es que perder un minuto más puede ser trágico.

En la vida económica de las naciones se usa con frecuencia el término competitividad; una palabra que se percibe fría y elitista, y de la que, en el caso de Centroamérica, se habla mucho pero logramos poco. El término “competitividad” no logra la tracción que merece ni alcanza el grado de seriedad y compromiso con que se debiera discutir. Aunque, realmente, más que discutir, “competitividad” es la misión en que la región y sus sociedades se deben embarcar sin perder un día más.

Las tareas pendientes son formidables y los retos extraordinarios. Pero tenemos el talento, las ganas y el compromiso.

Una nación entra en la dinámica virtuosa del desarrollo cuando alcanza un nivel de competitividad que se lo permite. Así, el sistema de justicia y la certeza jurídica, la salud y la educación, la política fiscal y laboral, la infraestructura y la seguridad ciudadana, la atención a los problemas sociales y las políticas públicas que promueven las inversiones se convierten en el andamiaje que hacen aun país competitivo. Si vemos nuestra historia reciente, nuestros números sociales y económicos, y somos serios en reconocer que estamos avanzando demasiado lento y a un costo humano demasiado alto, haríamos un grueso y responsable favor a nuestros países. Son muchas las piezas que deben coincidir para reunir los elementos que permiten a una nación caminar con consistencia la senda del desarrollo y la búsqueda de bienestar para todos.

Hay esfuerzos importantes, pero a todas luces insuficientes. Basta ver a Guatemala y sus vergonzosos números sociales, con la desnutrición infantil en primer lugar. Países africanos más pobres que Guatemala ya resolvieron este drama humano. En Guatemala sigue pendiente. El Salvador con su economía paralizada desde hace ocho años y la situación política inestable. Honduras, con más de lo mismo y con San Pedro Sula, considerada una de las dos ciudades más violentas del mundo. Nicaragua, con un modelo político que no le llevará muy lejos. Costa Rica, con un enorme potencial, pero con rezagos importantes en infraestructura, comunicaciones y una legislación laboral que paraliza cualquier intento de modernización. Estos datos aislados son una pequeña muestra que indica cómo está todo lo demás, especialmente en el cono norte de Centroamérica y Nicaragua, y dan una idea de por qué tan bajo crecimiento económico y el persistente subdesarrollo social.

No debemos olvidar que la verdadera solución para cada uno de nuestros países no está en cada país en lo individual. Está en la región. Mientras sigamos como países separados, aislados y desarticulados nos será muy difícil lograr masa crítica, economías de escala y la motivación para que la inversión venga a la región en los niveles que necesitamos. Nuestros déficits son grandes en todos los órdenes devida. Nuestro récord de crecimiento económico y de solución a los problemas sociales indican que padeceremos muchos dolores antes de alcanzar una plataforma de desarrollo respetable. Se están haciendo cosas para mejorar, pero son insuficientes. El camino para alcanzar desarrollo y bienestar para todos sigue pidiendo la misma ecuación de siempre: seguridad, certeza jurídica, región integrada económicamente, infraestructura y legislación que facilite y promueva la inversión. Este es el camino para generar oportunidades de trabajo. Y mientras más, mejores serán los salarios y las condiciones del trabajador de la región.

 

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