355. Dionisio Gutiérrez: Un viaje al otro lado del alma

Junio 13, 2025
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Dionisio Gutiérrez en su discurso

Hubo un tiempo no tan lejano en que muchos hombres y mujeres de España, empujados por la necesidad, la esperanza o la simple dignidad de querer otra vida, hicieron un acto de fe y coraje: cruzar el Atlántico en busca de un destino nuevo en América.

No eran conquistadores ni comerciantes. Eran panaderos, campesinos, sastres, maestros, soñadores. Llevaban consigo más silencios que certezas, más miedos que mapas. Pero llevaban también lo más valioso, una voluntad resuelta y el anhelo inquebrantable de libertad. Hacían, sin saberlo, una de las formas más puras de filosofía: la apuesta por vivir mejor.

La decisión de emigrar no fue fácil. Se dejaban atrás pueblos enteros, canciones, madres, amigos, relojes que ya nunca marcarían la misma hora. Pero en América, esa tierra que también estaba buscando quién ser, encontraron un espejo del porvenir. Y a pesar de las penas, la nostalgia o la pobreza inicial, levantaron casas, sembraron oficios, contaron cuentos, y dieron hijos a la tierra nueva.

Fueron, sin saberlo, constructores del alma iberoamericana; o como dirían dos grandes de España, locos hermosos que se tiraron a la aventura con una mano en el corazón y la otra en la maleta; hombres y mujeres que redefinieron su circunstancia, porque entendieron que la historia no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa.

Hoy, cuando tantos pueblos dudan de sí mismos, cuando las fronteras se endurecen y la desconfianza se instala, conviene recordar a aquellos que cruzaron océanos no para huir, sino para comenzar. Aquellos que apostaron la vida en la mayor jugada posible, la de construir futuro con sus propias manos.

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Dionisio Gutiérrez izando la bandera de Guatemala

No hay que idealizar la migración, pero sí honrar el coraje que la sostiene. Aquel coraje humilde, anónimo, que no sale en los libros o en las noticias, pero que funda países.

A ellos, nuestro recuerdo. A su legado nuestro agradecimiento. A su ejemplo nuestro compromiso. Porque su viaje no terminó en el puerto de llegada, sigue navegando en quienes aún se atreven a buscar vida con dignidad al otro lado del mar. Hoy, un siglo después y por razones que prefiero no recordar, de América a España.

Señoras y señores: vuelvo hoy, con ilusión, a esta tierra que mi abuelo dejó con los ojos llenos de lágrimas, el corazón lleno de dudas, y el alma llena de esperanza.

Era asturiano. Pobre, pero digno y valiente. Tenía 14 años y un par de angustias cuando embarcó rumbo a América en busca de una vida que en su tierra ya no le cabía. No se fue por ambición, ni por gloria. Se fue por necesidad. Por libertad. Por futuro.

No hablaba de política ni de historia. Pero sin saberlo, fue protagonista de una hazaña silenciosa, compartida por miles de españoles que, durante el siglo XX, cruzaron el Atlántico haciendo una jugada a la suerte, apostando lo único que tenían: su vida.

Mi abuelo no conquistó imperios, pero conquistó algo más difícil: la posibilidad de que sus hijos y sus nietos vivieran con dignidad. Sembró oficios, levantó una casa de adobe que un siglo después se convirtió en una empresa exitosa. Aprendió una nueva forma de vivir, se hizo respetar trabajando de sol a sol. Nunca olvidó su aldea. Pero supo amar también la tierra que lo recibió.

Perdí a mi padre a los 15 años y a mi abuelo a los 19, pero su ejemplo, su historia y su legado me acompañan cada día.

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Entrega de la bandera de Guatemala

 

Por eso, al pararme hoy aquí, en la tierra que mi abuelo dejó atrás, no puedo evitar pensar que su viaje, que parecía despedida, era en realidad un círculo que se cierra conmigo. Y al cerrarse, nos dice algo.

Nos dice que la migración no es solo estadística o política. Es memoria. Es humanidad en movimiento. Es gente valiente que se lanza a lo desconocido para defender el derecho más simple y más grande: vivir mejor.

Hoy, en tiempos en que algunos levantan muros y siembran miedo, yo quiero recordar a esos hombres y mujeres como mis abuelos, sin papeles, pero con palabra. Sin títulos, pero con coraje. Sin certezas, pero con sueños.

Ellos construyeron puentes invisibles entre España y América. Y esos puentes, hoy más que nunca, debemos cruzarlos con ideas, con afecto y con proyectos compartidos. Porque nuestra historia común no solo está en los libros, está en nuestras familias, en nuestros acentos, en nuestras heridas… y en nuestras esperanzas.

Hoy, como nieto de emigrantes y como español nacido en Guatemala, doy las gracias a Asturias y a España. Y como iberoamericano, vengo a decir, tenemos una historia que honra y un futuro que merece ser imaginado, compartido y construido, juntos, en libertad.

 

Museo de la Emigración

Colombres, Asturias

23 de mayo de 2025

 

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