142. El valor de las ideas

Mayo 24, 2021
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142. El valor de las ideas

Editorial del programa Razón de Estado número 142

 

Los seres humanos somos la única especie conocida que tropieza más de una vez con la misma piedra. En la vida cívica y en la vida política de las naciones esto es evidente y los resultados están a la vista, especialmente en América Latina, África y otras geografías.

Las generaciones que coincidimos como ciudadanos, en un momento dado, en los diferentes rangos de edad, hemos votado o permitido, una y otra vez, que lleguen al poder destructores de proyectos de nación; asesinos de sueños, ilusiones y esperanzas.

Algunos de esos destructores llegan para quedarse y se roban el poder. Arruinan presente y futuro de naciones enteras.  

Si algún desafío tiene hoy América Latina es velar porque las ideas de la Libertad, la Justicia y la democracia republicana no terminen en el cementerio de las ideas olvidadas.     

El valor de esas ideas y el esfuerzo consciente en la construcción de una cultura societaria exitosa, efectiva y fuente de orgullo y satisfacción para los pueblos deben formar parte del código moral de las naciones para establecer un sistema de hábitos y costumbres, valores y normas que permitan y faciliten desarrollo y bienestar.

Se sabe que cuando las naciones se enfrentan a las crisis sin soluciones visibles y efectivas, la falta de ideas se compensa con el exceso de ideologías. 

La democracia, la justicia y la libertad son esas ideas que se deben cuidar, son los valores que dan acceso al desarrollo. Protegerlas y promoverlas con valor y determinación debe ser un compromiso de Estado.

Por eso, son indispensables “el ciudadano presente”, líderes capaces, hombres y mujeres honorables.

Es cierto que las élites de América Latina se durmieron en sus laureles y no están a la altura de las circunstancias. Confundieron la libertad y la democracia con privilegios cuando en realidad son derechos y responsabilidades por los que se debe luchar cada día. 

La locura populista de la izquierda radical empoderada por la corrupción de la derecha incompetente son la mayor amenaza que hoy enfrentan la libertad y la democracia en América Latina.    

Estoy convencido de que los ciudadanos de nuestro continente no queremos ser naciones que huelen a muerte, pobreza y engaño; naciones de discursos incendiarios donde todos mienten y todos tienen la razón, por ser tierras de gente joven, dolores y pocas oportunidades donde se crece a prisa y con frecuencia se ven niños con mirada de viejo porque sienten culpa por el hecho de haber nacido en un mundo en el que no hay espacio para ellos.

No dejemos que pasen los años, y que, cuando sea demasiado tarde, nos demos cuenta de que cada día que pasó nos parecimos menos al ciudadano que quisimos ser.

¿Qué hacemos para que las ilusiones cumplidas, las grandes esperanzas y las victorias alcanzadas para América Latina sean algo más que letras en las páginas de un libro de cuentos?

Como siempre ha sido, desde el inicio de los tiempos, las ideas de la Democracia, la Justicia y la Libertad son importantes, pero lo son más la presencia y el compromiso de hombres y mujeres que las hagan realidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

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