302. Dionisio Gutiérrez: No está la magdalena para tafetanes

Junio 10, 2024
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302. Dionisio Gutiérrez: No está la magdalena para tafetanes

Editorial del programa Razón de Estado número 302. 

 

Se llama idiota al que tiene limitada capacidad mental o es corto de entendimiento. Por lo general, es una cuestión genética o accidental. No tiene culpa. Algunos lo son a propósito. El problema es que cada día son más los tontos, merluzos o mentecatos por decisión. También existe el idiota moral, ese que no es capaz de distinguir entre el bien y el mal.

Estos tíos, más que inteligentes, se pasan de listos y cuando tienen demasiado poder, se convierten en corruptos o sociópatas, o tiranos y asesinos a sangre fría. O todo lo anterior. En el mundo de hoy, estos personajes también crecen en número y poderes, ya estamos sufriendo las consecuencias. El drama es que su apatía moral pasa desapercibida en estos tiempos que vivimos de exceso de datos, desinformación y horas extras de trabajo.

Sus ofertas vacías parecen verdad, pero son mentira. Sus mentiras buscan engañar para manipular, vender la bicicleta o pedir su voto cuando todavía se puede. Es aquí cuando el idiota moral se convierte en un peligro para la sociedad, en una amenaza para la vida y la libertad de las naciones. Por eso es tan importante el poder local, el que está cerca de la gente, el que interactúa, el que cumple, el que rinde cuentas.

La asociación, la empresa, la ciudad donde gobiernan, el director, el consejero delegado, el alcalde o alcaldesa. Son esas organizaciones humanas, desde donde podemos, desde donde debemos, rescatar los valores, las reglas y el rigor para enderezar este presente de peligros y amenazas, para devolver la decencia y la dignidad al plano político nacional.

Si entendemos la cultura como el conocimiento y el conjunto de hábitos, costumbres y principios que nos permiten evolucionar para alcanzar mayores niveles de bienestar, la cultura es, debe ser, la conciencia que evita que perdamos contacto con la realidad.

Entre los rasgos de esa cultura que debemos rescatar están el honor, la responsabilidad, el compromiso, la honradez que produjeron la evidencia, el saldo, las victorias que permitieron que el siglo XX terminara con estrellas y honores. Con democracia, justicia y libertad.

El siglo XXI está en peligro. Por eso debemos cerrar las puertas al idiota moral. No está la magdalena para tafetanes.

Restituyamos los rasgos de la cultura que dio brillo final al siglo XX. Reconstruyamos, desde el poder local, con el ciudadano como fuerza cívica, la verdadera razón de ser del Estado, que es permitir y promover el bienestar de los habitantes. Ese bienestar que solo da la soberanía individual fundada en derechos y obligaciones, en leyes y certezas, en acceso a oportunidades y trabajo perseverante. En libertad.

Solo así salvaremos el siglo XXI.

 

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