379. Dionisio Gutiérrez: América Latina y su relación complicada con el éxito

Diciembre 01, 2025
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379. Dionisio Gutiérrez: América Latina y su relación complicada con el éxito

Editorial del programa 378 de Razón de Estado


Si algo ha demostrado América Latina en los últimos dos siglos es su talento para el drama y su vocación para el milagro. Nos especializamos en vivir al borde del colapso y, sin embargo, seguir bailando.

Llegamos al 2026 con el mismo paisaje de siempre: guerras allá, crisis acá, políticos de opereta, élites distraídas y una economía que más parece fantasía que sustancia. Y, sin embargo, vivimos con la costumbre de imaginar que todo puede mejorar.

El mundo que nos rodea ofrece poco consuelo. La guerra en Ucrania sigue demostrando la capacidad del mal. En Medio Oriente, el fuego nunca duerme. China avanza como un dragón con modales de diplomático y apetito de conquistador, mientras Estados Unidos, entre elecciones y desencuentros, dejó de liderar el mundo libre. La inteligencia artificial, por su parte, está en una carrera sin árbitro. En este contexto, la economía global cojea. El crecimiento es débil, la falta de oportunidades se ensancha y la sensación general es que el progreso se detuvo.

Sin embargo, América Latina, esa rebelde y eterna adolescente, intenta enderezar su destino. En 2026, algunos de nuestros países podrán confirmar viejas verdades: sin democracia no hay convivencia y sin libertad no hay prosperidad. Los gigantes de la región tienen gobiernos más preocupados por el poder que por su gente, y Centroamérica, víctima del olvido internacional, está congelada en sus propios flagelos internos.

Las élites, entre tanto, en lo suyo, y los políticos, con las excepciones conocidas, se esmeran en hacer el ridículo. Pero no todo está perdido. Las sociedades, cansadas de los charlatanes, están más informadas. Los jóvenes están aprendiendo que la libertad no es un eslogan, sino un deber. Y hay líderes, escasos pero valientes, que denuncian la corrupción, los abusos y la incompetencia sin pedir permiso al populismo ni perdón al autoritarismo. Líderes que saben que los pueblos que dejan de soñar están condenados a obedecer.

Así que, aunque el panorama parezca turbio, conviene ejercitar la esperanza. No la de escapar, sino la de resistir. No la que espera milagros, sino la que construye con esfuerzo. América Latina no está destinada al fracaso; simplemente, tiene una relación complicada con el éxito.

Que 2026 nos encuentre despiertos, exigiendo a nuestros gobiernos honestidad, trabajo y visión. Que la educación vuelva a ser faro y la libertad, norte. El futuro, a pesar de todo, sigue ahí, esperando a quien se atreva a imaginarlo. Y, por improbable que parezca, imaginarlo mejor sigue siendo el primer paso para construirlo.

 

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