Editorial del programa 373 de Razón de Estado
Hay momentos en que la historia se detiene para honrar a quienes, sin armas ni ejércitos, han enfrentado a los tiranos con el poder de la verdad y la dignidad.
Este es el caso de una mujer valiente, honorable y luminosa, que ha dedicado su vida a luchar por la libertad y la democracia de su país. Una mujer que, con voz firme y mirada limpia, desafió a los verdugos del poder y se convirtió en símbolo de esperanza.
Por eso, hoy el mundo libre celebra que María Corina Machado haya recibido el Premio Nobel de la Paz, tributo merecido a una vida de entrega, sacrificio y coraje. Su nombre ya pertenece a la historia de los grandes personajes.
No hay victoria sin sacrificio y ella lo sabe bien. Ha pagado un alto costo: persecución, amenazas constantes y el dolor de ver a los suyos sufrir por la causa que abrazó. Pero no se quebró. Cuando la patria se desangraba, ella fue quien se convirtió en símbolo, escudo y bandera.
María Corina es eso y más. La voz de los que no tienen voz, la llama que no se apaga en medio del apagón moral que impone la tiranía.
La narco-dictadura de Nicolás Maduro es la tragedia más grande de nuestro continente. Un régimen que empobreció a un país rico, que asfixió las libertades, encarceló a inocentes y premió a criminales. Esa mafia, que controla el poder con armas, miedo y corrupción, secuestró las instituciones y convirtió el Estado en guarida de ladrones y refugio de narcotraficantes. Pero hoy, Venezuela está ante la hora definitiva. Llegó la última batalla y será con fusiles y coraje, aunque si la dictadura se rinde, se puede librar sin violencia.
Hoy, que Venezuela está a las puertas de recuperar su libertad, su democracia y su destino, el universo sabe que María Corina Machado ha cumplido su deber. Le toca ahora al mundo libre cumplir el suyo. Llegó la hora de la verdad, esa verdad que confirma que cuando los ciudadanos se niegan a rendirse son soldados de la libertad.
Llegó la hora de que Venezuela se levante, que rompa sus cadenas, que recuerde su historia y que mantenga la frente en alto. La libertad no se implora, se conquista. Y cuando ese día llegue, el mundo entero sabrá que ningún tirano, por matón o poderoso que se crea, puede con el coraje de un pueblo que ha decidido vivir en libertad.