207. Dionisio Gutiérrez: ¿Por qué nosotros no?

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206. Dionisio Gutiérrez: La libertad mata el hambre

Editorial del programa Razón de Estado número 207


 

El Siglo XXI está demostrando ser volátil, inestable y desafiante, pero la historia de la humanidad ha sido así; y por momentos, incluso con eventos que dejaron huellas profundas y heridas que siguen sanando.

En los primeros 50 años del siglo pasado, el mundo vivió dos guerras, una crisis de salud y una depresión económica que dejaron más de 200 millones de vidas perdidas.

De aquellas crisis salieron grandes ideas y grandes soluciones que dieron al mundo los mejores momentos de los últimos 80 años: crecimiento económico, soluciones a los problemas sociales y el nacimiento y la consolidación de una forma de vida, de un sistema político que se conoce como democracia liberal y republicana. 

Aquel esfuerzo necesitó la coincidencia, la responsabilidad y el compromiso de hombres y mujeres ejemplares; estadistas visionarios que estuvieron a la altura de los tiempos. 

Aquel sistema, aquella forma de vida está hoy en crisis, desvirtuado y desajustado, con necesidad de ideas y soluciones frescas y transparentes que estén a la altura de estos tiempos.

La libertad será siempre el fundamento y el camino, pero en un mundo contaminado con la mentira y la corrupción, inundado de populismo y autoritarismo, y marcado con indiferencia y egoísmo, en nombre de la justicia y de la misma libertad, se están cometiendo crímenes y atrocidades que pueden hacer del Siglo XXI una muy mala experiencia para la especie humana.     

Uno de los grandes desafíos del presente es lograr que las discusiones que debemos tener, un ciudadano presente y la revolución tecnológica fortalezcan el liberalismo en lugar de amenazarlo y debilitarlo. 

Si queremos que el rumbo del Siglo XXI se vaya moviendo a uno más predecible, certero y constante tendremos que rescatar aquel código de valores que lo permitió hace un siglo y hacer las grandes tareas cívicas e institucionales que siguen pendientes en el mundo, y en espacial, en nuestra América Latina. 

Para lograr esto, los mejores de cada sociedad, y quienes deban hacerlo, se tendrán que sentar en la mesa de diseño y en los foros públicos, para discutir, acordar y ejecutar las ideas que hoy puedan dar sentido y solución a los grandes desafíos que estamos enfrentando.  

Es más, para salir victoriosos y con saldo positivo de esos desafíos, de los retos del clima, la tecnología, las migraciones y la ausencia de guerras; si el orden económico necesita revisión y oxígeno, el político lo necesita con carácter de emergencia.

Dar solución hoy a los grandes problemas de nuestro tiempo demanda que volvamos a la cultura y a las prácticas fundacionales que construyen naciones libres y prósperas. La primera, la confianza en nosotros mismos. La segunda, un compromiso inclaudicable con la libertad; y la tercera, el compromiso valiente y omnipresente del ciudadano.  

Al final, la encrucijada que debemos resolver es si seremos capaces, los humanos, de salvar y dar sentido al mundo que hemos construido; si seremos capaces de darle sentido a la vida.

Si nuestros abuelos y bisabuelos, en condiciones más adversas y apremiantes, lo lograron el Siglo pasado, ¿por qué nosotros no?

 

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