108. De migrante a Embajador de la nación más poderosa

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108. De migrante a Embajador de la nación más poderosa

Editorial del programa Razón de Estado número 108

 

El origen de las relaciones diplomáticas es tan antiguo como la historia de la humanidad. 

La palabra diplomacia deriva del término diploma, que significa Acto Jurídico. Un ejercicio que se hizo esencial y común para desarrollar las relaciones entre Estados, para promover el comercio, el intercambio cultural y la resolución de conflictos de toda índole.

Para países como Guatemala, atrapada en el tercer mundo por propia decisión y a causa del humillante subdesarrollo político imperante, sus relaciones internacionales son un reflejo de su política, de sus élites y de la forma en que se gobierna. 

Nuestros números, nuestros dramas, la realidad de atraso y sufrimiento que viven millones de nuestros hermanos, una democracia disfuncional, una economía insuficiente y un Estado capturado por el crimen, la indiferencia y la impunidad, son tan solo algunos de los infortunios que debemos superar. Ya haremos algo también con nuestras relaciones con el mundo.  

Estados Unidos es la nación más poderosa del planeta. Por su cercanía, por nuestra dependencia comercial y de remesa familiar, por ser Guatemala base y puente de migración ilegal y crimen trasnacional, nos expone a estar siempre bajo la lupa y el radar del imperio americano.       

Como el resto del mundo, Estados Unidos también sufre los efectos, los momentos bajos y los impases inevitables en la evolución de la humanidad. 

Con la pandemia, las crisis, los conflictos, las amenazas a las democracias y a la estabilidad planetaria están a flor de piel.   

Así está el mundo; pero, a pesar de todo, lo común sigue siendo que las fuerzas diplomáticas que representan, cada una a su país, sigan defendiendo sus intereses y promoviendo el fortalecimiento de las relaciones internacionales.

Lo que es poco común, y que, precisamente por ser una historia de sacrificio, de mérito y de éxito se debe contar, es el testimonio de Luis Arreaga, Embajador de Estados Unidos en Guatemala desde septiembre de 2017 y quien en estos momentos prepara, al lado de su esposa, Mary, su partida de Guatemala, 

El Embajador Arreaga nació en Guatemala, siendo muy joven emigró como lo han hecho millones de sus compatriotas, buscando el sueño americano y una oportunidad.  

Su esfuerzo personal, sus valores, su dedicación y su deseo de superación abrieron las puertas para desarrollar una brillante carrera como funcionario de Gobierno y como diplomático del país que lo recibió y le dio una oportunidad a la cual ha sabido responder. 

Lo insólito e inesperado fue que el destino lo trajera de vuelta a su país de nacimiento, representando a la potencia de la que tanto dependemos y a la que causamos tantas molestias.  

Esto, entre otros desafíos, duplicó el grado de dificultad; pero el Embajador Arreaga supo en todo momento representar con dignidad y excelencia a su país adoptivo, Estados Unidos, al mismo tiempo que su tierra de nacimiento, Guatemala, se sintió respetada y apoyada por alguien que hizo honor a un gran nivel de ejercicio diplomático y en todo momento dio su mejor esfuerzo para que ambas naciones resultaran ganadoras.

 

     







 

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