200. Dionisio Gutiérrez: No pedimos mucho

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No pedimos mucho

Editorial del programa Razón de Estado número 200


 

Hace 4 años y doscientas ediciones, nació esta tribuna a la que bautizamos con el nombre de Razón de Estado.

Llevo 43 años de ser un activista cívico, defendiendo y promoviendo los valores de la democracia liberal y republicana, defendiendo la democracia y la libertad. De esos 43 años, he pasado 32 frente a las cámaras de televisión; desde Libre Encuentro, aquella querida tribuna que tanto me enseñó, hasta hoy, en Razón de Estado.

Hace 4 años, esta tribuna nació con un grito de protesta debido a la quiebra moral en la política y la desvergüenza de tanto delincuente que se hace llamar político. Denunciamos, desde aquellos días que el verdadero enemigo a vencer es nuestro subdesarrollo político. Denunciamos que la indiferencia ha sido cómplice de la corrupción; que la corrupción sin justicia es impunidad, y que la impunidad es fuente de atraso y pobreza. Por eso América Latina sufre. Por eso no avanza. Por eso retrocede.   

Somos una región en la que se han perdido el orden, la ética y la estética que la democracia exige; y por eso, vivimos en caos sistémicos marcados por la incompetencia política y la criminalización del Estado. Viejos males que erosionan nuestro presente y amenazan nuestro futuro. 

La lección más grande que he aprendido en estas décadas es que los tiempos y espacios para construir naciones prósperas y modernas tienen como condición que suficientes mentes, corazones y voluntades coincidan y concedan.

He aprendido que para desarrollar una nación en la que su gente pueda vivir en libertad, con dignidad y bienestar, tiene como primera condición que la política esté en manos de estadistas, tecnócratas y funcionarios que comprenden que el honor, la decencia y el respeto a la ley son imprescindibles; y que las políticas públicas que decreten solo darán resultado si están fundadas en los valores de la libertad, el respeto a la vida y a la propiedad privada. Políticas públicas fundadas en el Estado de Derecho que ofrece certeza jurídica.

La segunda condición para desarrollar una nación es que su economía crezca lo suficiente para salir del atraso y la pobreza, sin olvidar que la economía solo crece si la política funciona. Y para que la política sea estable, la economía debe crecer suficiente.  

Estas son las dos condiciones para el desarrollo: el ejercicio virtuoso de la política y el indispensable marco de confianza para la inversión y la creación de oportunidades; el verdadero camino a la solución de los problemas sociales.   

Por eso, los ciudadanos de América Latina deben asumir la renovación y el cambio político que la región necesita; y deben estar dispuestos a participar con ilusión, pagando el costo y los sacrificios que conlleva la construcción de naciones libres y prósperas.

Hoy, el populismo y la corrupción están derrumbando las débiles instituciones que teníamos, dejándolas capturadas por intereses económicos, ideológicos o criminales, y creando Estados incapaces de ofrecer condiciones para el desarrollo.  

Esta es la consecuencia del abandono ciudadano a la política y de la indiferencia de las élites a los temas de Estado.   

Por eso, América Latina vive años de incertidumbre, frustración y desesperanza; una realidad que no permite proponer ni prometer soluciones fáciles. Quien lo haga no construye democracia; practica la demagogia.

Por eso, el ciudadano debe reivindicar su posición como epicentro de la democracia y razón de ser del Estado. Para lograrlo, la Política debe volver a ser la profesión más digna y respetada; y el ciudadano presente, su protagonista.

No pedimos mucho. Solo queremos un continente con justicia, sin odio, con respeto, sin conflicto. Queremos una América Latina solidaria donde se dignifica al ser humano. Países con juventudes que reivindican la política. Queremos ser pueblos donde el honor y la decencia tienen significado. Queremos ser naciones donde merece la pena nacer y morir. Queremos una América Latina con democracia, Estado de Derecho, desarrollo y libertad.

 

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