115. Diputados, la madre naturaleza y los guapos

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115. Diputados, la madre naturaleza y los guapos

Editorial del programa Razón de Estado 115

 

Si algo nos enseña la historia de la humanidad es que, a través de los Siglos, quienes han sobrevivido las hambrunas, las guerras, los huracanes, las dictaduras, la corrupción y la incompetencia de los políticos, los terremotos, las pandemias, no son los ricos, los fuertes o los guapos; ni siquiera los listos o los que tienen mejores conexiones; los que han sobrevivido las inclemencias de la Madre Naturaleza o las infamias de los peores exponentes de la especie humana son quienes se adaptan mejor para sobrevivir.  

Para Guatemala, la Constitución del 85 fue el punto de inflexión para las generaciones de ciudadanos que hoy somos responsables de la realidad que vivimos, del saldo que hemos producido, de las instituciones que hemos construido y del estado de prosperidad o desdicha que ha alcanzado la nación.

Aquel momento de acuerdos, de consensos, de oportunidades y de construcción, hace 35 años, se fue contaminando y envenenando a gran velocidad, hasta llegar al Estado que tenemos hoy; un Estado en desacuerdo, un Estado capturado e incapaz de alcanzar consensos suficientes para lograr metas positivas; incapaz de satisfacer tan siquiera las necesidades primarias como lo son la Justicia, seguridad, salud, educación infraestructura mínima y un marco de confianza que promueva la inversión y la creación de oportunidades.   

Por eso, es urgente detener el imparable deterioro institucional y político. Cuanto más se degrada nuestra democracia, más se profundiza la derrota de una nación que tiene todo para ganar. Cuanto más capturadas y disfuncionales están las instituciones, más se pierde la confianza y se compromete el futuro, menos crece la economía, desaparecen las oportunidades, imperan la mediocridad, la pobreza y el sufrimiento. La corrupción y el populismo se apoderan de la sociedad   

En Guatemala, a juzgar por los resultados, si calificamos lo que hemos hecho con la política, con la justicia, con la economía; si juzgamos lo que hemos hecho con la administración pública, con la educación y la cultura, llegaríamos a la conclusión de que, sin duda alguna, somos una nación en evolución a la que le falta mucho por evolucionar. 

Desde hace años, el congreso de los diputados se convirtió en el centro de operaciones para permitir y provocar casi todo lo malo que sucede en nuestro país. El congreso de los diputados se convirtió en el lugar donde a propósito se evita hacer cualquier cosa que arregle, limpie, dé transparencia y modernice los temas de Estado. La gente que domina el congreso, desde hace muchos años, lo desfiguró y lo hundió a extremos que hoy, esa institución vital en la vida de la nación es un basurero, un desagüe; es la casa de la infamia y la vergüenza.    

¿Qué más se puede decir de esa gente? ¿Cuánto más rechazo y desprecio deben recibir los diputados del ciudadano para entender que equivocan el camino? 

Solo hace unas horas, esos diputados aprobaron un presupuesto irresponsable con el que esperan hacer negocios corruptos, al mismo tiempo que se niegan a aprobar las reformas que transparenten la gestión pública y fortalezcan el servicio civil para atraer y premiar al funcionario público capaz y honesto; al mismo tiempo que se niegan a darnos un Sistema de Justicia eficaz e indudable o una Ley Electoral que evite que gentuza como ellos llegue a las instituciones de nuestra democracia.

Vivimos un tiempo y unas circunstancias que deben poner a prueba las virtudes, el carácter, la esencia de la que está hecho el ciudadano guatemalteco. 

Podemos seguir intentando adaptarnos a lo que venga, y algunos sobrevivirán. Con la Madre Naturaleza es poco o nada lo que podemos hacer; pero, por el bien de Guatemala, debemos corregir el comportamiento de los políticos.  

La constitución del 85 marcó un momento de nuestra historia que debemos rescatar. Aquellos días de tolerancia, unidad, consenso y armonía deben volver para rescatar el rumbo de una nación que lo perdió. De esto dependen el presente y el futuro de la democracia republicana liberal y de Derecho que Guatemala merece y necesita.    




 

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