143. La necesidad de faros de esperanza

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143. La necesidad de faros de esperanza

Editorial del programa Razón de Estado número 143

 

En América Latina también hay buenas noticias. Esta semana hubo cambio de gobierno en Ecuador. Lo impensable sucedió. La democracia se salvó y llegaron al poder de la república ecuatoriana el exbanquero Guillermo Lasso como presidente de la república y la lideresa indígena, Guadalupe Llori, como presidenta del Congreso.

Nadie hubiera apostado porque ese sería el desenlace, después de 10 años de lucha del pueblo ecuatoriano por evitar que el caudillo autoritario, delincuente y potencial dictador, Rafael Correa, lograra su objetivo de convertir al Ecuador en la finca de un tirano más. Y después del gobierno de transición de Lenín Moreno, con quien Correa, menos mal, equivocó su estrategia totalitaria.

Nadie hubiera imaginado que un exbanquero de grandes ligas y una lideresa indígena de la Amazonía, los dos perseguidos políticos de Correa porque le hacían oposición desde distintas trincheras, llegaran por la vía democrática, contra viento y marea, a salvar la democracia ecuatoriana.  

Lo dijo el Presidente Lasso en su discurso de toma de posesión, aludiendo al poder de la democracia cuando se le defiende y se le permite expresar sus bondades; la más importante, la voluntad soberana del pueblo.

También en su discurso de inauguración, el Presidente Lasso hizo preguntas y afirmaciones que son válidas para nuestra América Latina, talvez con la excepción de 3 países.

Preguntó por qué tenemos tierras ricas, pero ciudadanos pobres. Por qué tenemos recursos naturales abundantes, pero escases en tantas cosas. Por qué tenemos suelos fértiles, climas generosos, condiciones para la inversión y gente trabajadora pero nuestras economías no crecen lo suficiente y por eso la gente trabajadora no alcanza bienestar.

Hay muchas preguntas más, dijo el Presidente Lasso, sobre el mal funcionamiento de las instituciones, sobre la desconfianza en la justicia y los malos servicios públicos; y todas tienen la misma respuesta: los gobernantes han fallado. No han estado a la altura del sacrificio de la gente. Traicionaron los principios fundacionales de la democracia, la división de poderes, el Estado de Derecho y la libertad.

Y es cierto, demasiados políticos y gobernantes han caído y siguen cayendo en la peor de las debilidades políticas: la tentación autoritaria, el obsceno culto al caudillo; ese personaje, siempre corrupto, que llega al poder; cambia las reglas de la democracia, persigue y destruye a sus opositores, y se convierte en el arrogante dueño de una finca, un iluminado que todo lo sabe y todo lo puede. Y quienes viven ahí, pasan a categoría de súbditos, siervos o esclavos. 

Cuánto ha sufrido y sigue sufriendo América Latina con estos personajes, que, encima ahora, usan la pandemia como tribuna para regar sus mentiras, difamar, desinformar y ofrecer lo que saben que no cumplirán.     

Por eso, y brindamos porque así sea, el nuevo Presidente de Ecuador ofreció terminar con la era de los caudillos y recuperar el alma de la democracia republicana en su país.

Invitó a todos los sectores de la sociedad a reencontrarse y a trabajar juntos por el Ecuador. Y juró que, en su presidencia, el poder estará en la constitución y su corazón con el pueblo ecuatoriano.

Estos son los vientos y las mareas que necesita América Latina para salvar su futuro.

 

 

 

 

 

 

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