210. Dionisio Gutiérrez: Las condiciones de la vida buena

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210. Dionisio Gutiérrez: Las condiciones de la vida buena

Editorial del programa Razón de Estado número 210


 

 

El mundo recibió al Siglo XXI con desafíos para los que no nos preparamos en el Siglo XX. La matriz económica cambió, el clima se convirtió en una ecuación que todavía no desciframos, la tecnología va a una velocidad que no estamos digiriendo, y la política, ay la política, es causa y efecto de la mayoría de los males y desgracias que vive el mundo. Incapaz de liderar. Incapaz de resolver. Encima, los mejores se alejan más cada día de ella.     

Los vacíos, insuficiencias y amenazas que vive el mundo de hoy, opacan las oportunidades y el sentido que los humanos debemos dar a la vida, respecto a que, a pesar de todo, es maravillosa.

El optimismo es bueno para la salud, pero vivimos un momento en el que debemos ordenar y trabajar más para darle contenido.      

Dicen que los humanos aprendemos de nuestros errores, pero no es cierto. Con suerte, algunos aprenden de sus faltas y resbalones. La realidad es que cometemos una y otra vez los mismos errores, los mismos descuidos; incluso aquellos que traen pérdida, tristeza y desgracia. Siempre encontramos la forma de justificarlos, y con demasiada frecuencia encontramos a quien culpar.

Por eso dicen que los humanos somos la única especie que tropieza varias veces con la misma piedra. Por eso es tan importante desarrollar un pensamiento crítico y un conocimiento amplio y profundo sobre las cosas que importan.

El mundo de hoy está lleno de trampas y mentiras. El oportunista, el delincuente y el criminal ganan y avanzan con más facilidad debido a que el mundo también está lleno de incautos y desinformados.

Por todo esto, es ejemplar la lección democrática que dio el pueblo chileno el domingo pasado. Rechazar una propuesta constitucional que los habría regresado a las cavernas les devuelve el derecho a seguir construyendo un mejor futuro.

Aquel proyecto de Constitución fue escrito con rabia, con deseos de venganza; a la vida, contra quien esté en frente, y más si tiene poder, aunque sea honesto y esté haciendo su mejor esfuerzo.

El problema es que la honradez y el talento en la política son valores escasos en estos tiempos, y el Siglo XXI, por el momento, está lleno de razones para la frustración, para la desesperanza, para la rabia.

Hay injusticias e impunidad, la economía global se hizo insuficiente, faltan oportunidades, se ha abusado de la democracia, y por eso ha perdido brillo; sus instituciones se han hecho inoperantes y en demasiados casos han sido puestas al servicio de intereses que no son los del ciudadano. Se secan los ríos, se arruinan las cosechas, el mar sube de nivel. Por si esto fuera poco, el tirano de Moscú invadió al segundo país más grande de Europa; y otro en Pekín, se las lleva de emperador planetario.     

Alcanzar desarrollo y bienestar ha sido posible, y lo será siempre, gracias a la libertad. Porque se respetan las leyes. Como resultado del esfuerzo colectivo de los ciudadanos para defender su democracia, porque reconocen, con humildad, que no es perfecta, pero saben que las otras opciones asfixian y destruyen.    

La vida, la vida buena, es un proyecto que exige valores, disciplina, sacrificios. Son estas las virtudes que han construido naciones exitosas. Prósperas.

Más que las leyes o las constituciones, que también importan y se deben respetar, son la voluntad, el compromiso y el valor de los ciudadanos lo que salva a los pueblos; lo que puede rescatar el Siglo XXI.   

Vivimos tiempos difíciles, tiempos de prueba, pero la historia nos enseña, como lo hizo hace unos días el pueblo chileno, que cuando los ciudadanos valoramos la libertad, nada es imposible.

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