117. El 9º binomio de la democracia

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117. El 9º binomio de la democracia

Editorial del programa Razón de Estado número 117

 

Desde la apertura democrática, hace 35 años, hemos electo 9 binomios presidenciales. De ellos, podríamos decir que 3 hicieron lo que pudieron, 5 pasarán a la historia como pesadillas de corrupción, incompetencia, destrucción institucional; pasarán a la historia como artífices de las desgracias públicas que hoy vivimos.  

El noveno binomio de la democracia es el que hoy nos gobierna. 60 días después de tomar posesión recibieron una pandemia, la parte de la economía que funcionaba entró en crisis y la pobreza y el desempleo han aumentado de forma alarmante. 

No es fácil gobernar un país en el que 5 de 8 gobiernos electos, durante 20 años, se dedicaron a desmontar el Estado, a corromperlo, capturarlo y ponerlo al servicio de grupos criminales. 

Los diputados que hoy dominan el congreso son hijos putativos de esos 5 gobiernos impostores. Son la expresión manifiesta del profundo, ofensivo y destructivo subdesarrollo político imperante. 

Guatemala no está para más fracasos ni para más violencia. Guatemala necesita honradez, liderazgo, responsabilidad y estabilidad. 

Si los poderes ejecutivo y legislativo tomaran las acciones valientes y honestas que los tiempos demandan, si tomaran las decisiones responsables, pendientes e indispensables, a las que, además, están obligados, brindarían las condiciones para recuperar la gobernabilidad que necesitamos. 

El poder es siempre parcial; se consigue y se mantiene a base de compromisos y renuncias. El poder es limitado y para que funcione debe ser compartido; producto de un consenso inteligente que resuelve los problemas de la gente y mantiene la esperanza y el optimismo en el futuro. Algo que no se debe negar al ser humano. 

El poder, más que ocuparlo, debe ser un instrumento de transformación, de solución y evolución. Capaz de llegar a los acuerdos necesarios. O se derrumba, se pierde, se vuelve irrelevante.  

Estamos enfrentando una pandemia a la que todavía debemos vencer; y debemos encontrar los caminos para activar una economía suficiente que ofrezca alivios y oportunidades a los millones de guatemaltecos que hoy lo están pasando peor de lo que ya antes lo pasaban.  

Esto solo es posible en un entorno de estabilidad política y de cumplimento de las responsabilidades de quienes hoy ostentan el poder.     

Vivimos tiempos de crisis, de indignación, frustración y desconfianza acumuladas. Guatemala no está para más fracasos ni para más violencia. A Guatemala le debe llegar ya, el amanecer; un amanecer que solo puede hacer realidad el ciudadano presente y comprometido.   

Es el ciudadano presente y comprometido el que puede y debe ser promotor y garante de la transformación del Estado; una transformación que solo es alcanzable a través de la renovación de las instituciones; y solo si ésta se realiza para beneficio de la sociedad. 

Guatemala puede y debe construir un Estado de instituciones respetables porque se lo han ganado, respetadas porque se lo merecen. Instituciones que garanticen la fuerza y la sobrevivencia de una democracia republicana y de derecho que proteja y preserve el valor último del ser humano: la libertad. 

 

 

      


 

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